domingo, 27 de abril de 2008

MAY DAY, MAY DAY, MAY DAY, Trabajadores sin política,

Trabajadores sin política
Mario Sai · · · · ·

27/04/08

Dios ciega a quien quiere perder y la Izquierda ha estado ciega ante los cambios acaecidos en la condición del trabajo. Y ha perdido las elecciones de forma flagrante. Si existe una causa que explica la separación entre el trabajo y la política –algo evidente incluso en el resultado electoral- ésta consiste precisamente en el hecho de que la política ( las instituciones, los partidos, los sindicatos) ha abandonado la tarea de planificación, promoción, regulación del desarrollo económico y social

Desde el 92 hasta la actualidad en Italia los acuerdos de concertación se han limitado a moderar la dinámica salarial, con la paradoja de que cuanto más importancia se le concedía al conflicto redistributivo tanto más el sindicato perdía la capacidad de defender los salarios , que están hoy, en efecto, entre los más bajos de Europa. Todo esto ha acaecido en la época de la difusión global de las nuevas tecnologías de la información.

En Italia los trabajadores usuarios de información y operarios de tecnología son más de 12 millones. De ellos cerca de un millón pertenecen a nuevas tipologías profesionales que controlan el saber y saben crear o gestionar flujos de información y conocimiento a veces muy por encima de la capacidad de control de la empresa. Frente a esta nueva centralidad del saber y de la creatividad de los trabajadores, las empresas han respondido, no con una confrontación sobre nuevos modelos organizativos, sino ofreciendo una “participación” organizada, según las enseñanzas del modelo Toyota, “de forma jerárquica” tal como lo pone de manifiesto también la reciente reestructuración de la Fiat en Pomigliano.
Este proceso contradictorio de innovación ha provocado una escisión entre áreas de trabajo en las que ha crecido la dependencia y descalificación y áreas de trabajo en las que los trabajadores han adquirido espacios de autonomía y responsabilidad. En estas se han extendido mucho los acuerdos individuales sobre su lugar dentro de la organización del trabajo, las tareas a desempeñar, las retribuciones, el horario. En este escenario se ha abierto paso también entre los trabajadores el consenso respecto de comportamientos de “colaboración”.En 1980, la Fundación Cespe indicaba que la idea de la necesidad de “colaborar” con la empresa era compartida entre los trabajadores por el 42 %, mientras que un 26,5% mantenía comportamientos autónomos y antagonistas. En el 2006 el IRES de la CGIL registraba un porcentaje de comportamientos partidarios de la colaboración del 50,35%, y respecto de los partidarios de los conflictos solo de un 11%.

Se trata con todo de una colaboración subalterna que no abarca ni los contextos organizativos de poder ni a las malas condiciones salariales y laborales. Una reciente investigación de campo auspiciada por FIM- CISL en la Fiat de Melfi, inmediatamente posterior al conflicto sindical del 2004, registraba una caída en picado de de la opinión compartida a favor del modelo participativo, que fue contestado mediante la “intencionada lentitud en el trabajo” (a la que respondieron el 10,4% de los trabajadores); la no participación en la actividad de mejora de la producción (22,3%); el absentismo (49,8%) más que la participación en las huelgas (39,6%).Este tumultuoso y contradictorio proceso de innovación, que ha polarizado las condiciones profesionales y dispersado el trabajo en el territorio se ha visto sometido al condicionamiento de la nueva dimensión global de la producción
Paradójicamente la izquierda no ha sabido ofrecer a los movimientos de la nueva globalización y a sus teóricos propuestas en lo que respecta a la producción y al trabajo telemático a distancia, como si, en ausencia de éstos, se pudiese llegar a fraguar un proyecto de reestructuración ecológica y solidaria de la economía

Han tenido mayor audiencia entre los trabajadores los cantos de sirena de los Tremonti o de los Maroni sobre la protección de la propia condición individual mediante alianzas territoriales entre trabajo y capital. Basta observar los resultados electorales de los distritos industriales, donde operan pequeñas y medianas empresas, de Lombardía y del Véneto , pero también de otras muchas áreas del Centro de Italia

El sindicato en estos sistemas territoriales (con un millón doscientos mil trabajadores, cuatro veces los de la gran empresa) desempeña un papel de tutela de las condiciones de trabajo, pero tiene muchas dificultades para intervenir en el proceso productivo y para orientar socialmente y culturalmente a los trabajadores. No es en absoluto una paradoja votar a la Liga Norte y estar afiliado o ser delegado de la FIOM. El verdadero problema del sindicato confederal está en ser capaz de abandonar esta óptica de tutela y volver a tomar la iniciativa para gobernar y orientar el cambio. Para los partidos el problema no está en la seguir a la zaga de este modelo de localismo del trabajo (como ha hecho el PD) ni en plañir sobre el empeoramiento de las condiciones sociales del trabajo (como lo hacen una gran parte de la izquierda y del sindicato).

Hace falta pasar página. ¿Puede hacerse esto, mediante una discusión interna, en el seno de los actuales partidos de la izquierda, con su limitado asentamiento territorial, con una presencia en los lugares de trabajo reducida a algunas estructuras de pocos afiliados? No se puede hacer, y sería necesario que se dieran cuenta de prisa y que involucraran de manera unitaria todas las fuerzas disponibles.

Mario Sai es un analista político italiano, columnista del cotidiano comunista Il Manifesto.
Traducción para http://www.sinpermiso.info/: Joaquín Miras
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