sábado, 3 de mayo de 2008

Basta Ya con el capitalismo: La lucha Bolivariana por el Socialismo del Siglo XXI

ACTUALIDAD DEL SOCIALISMO CIENTÍFICO EN LA LUCHA POR EL NUEVO SOCIALISMO
Cambios en el capitalismo, en el imperialismo y en las alternativas revolucionarias.
Por Narciso Isa Conde
El final del siglo XX coincidió con el paso a una nueva época, con el establecimiento de un orden mundial diferente, con importantes cambios al interior del capitalismo y la existencia de un planeta sensiblemente alterado.
En esta mutación no sólo intervino el extraordinario impacto del derrumbe del llamado socialismo real euro-oriental.
El cambio de época y el nuevo ordenamiento mundial guardó relación también con otros factores que necesariamente deben ser tenidos en cuenta para que la necesaria metamorfosis de las fuerzas revolucionarias pueda servir para contrarrestar la que han tenido y sigue teniendo lugar en el seno del sistema capitalista mundial a la entrada de este tercer milenio; y, sobre todo, para que ella pueda dar lugar a la recuperación de su poder transformador, vía la superación de la crisis de crecimiento y de construcción que la ha venido afectando en los últimos decenios.
Esto no puede hacerse- y así lo indica la actual experiencia de nuestra América, erigida en continente de la esperanza y vanguardia de la lucha actual contra el neoliberalismo- nueva modalidad del capitalismo- sin acompañarnos en forma preeminente de los inmensos e imprescindibles aportes de los(as) fundadores del socialismo científico y de sus grandes continuadores en el mundo y el continente, y sin trascenderlos y enriquecerlos desde la permanencia de sus esencias en relación a los cambios reales, apelando además a otras valiosas fuentes inspiración articuladas a nuestras historias y a nuestras culturas, como las cosmovisiones indígenas, el socialismo indo-americano de José Carlos Mariategui, la audacia intelectual y la obra teórica de Ernesto-Che-Guevara, el pensamiento social avanzado de nuestros próceres, los nuevos aportes a teoría de género, la teología de la liberación…
Nueva época.
El siglo XX, antes de espirar, abrió el proceso hacia una época diferente a la que se inició en 1917.
La Revolución Bolchevique, cuyo 90 aniversario se conmemoró recientemente, incorporó desde la segunda década del siglo XX un proceso de profundas convulsiones sociales y trascendentales luchas políticas; lo abrió a una intensa dinámica de enfrentamientos entre la necesidad de transitar al socialismo y el interés de salvar y reciclar el capitalismo.
Ese proceso dio lugar al mundo bipolar y a una época en la que los regímenes de orientación socialista y las izquierdas logramos avances tan espectaculares que proclamamos la transición del capitalismo al socialismo a escala mundial, sin reparar en que el excesivo entusiasmo mezclado con el dogma no permitían ver en su real dimensión, analizar en toda su profundidad y superar los fenómenos que erosionaban la reciente experiencia socialistas.
Influyeron además en las fallas registradas en ese período, el menosprecio y el desconocimiento de las modificaciones que experimentaba en capitalismo a consecuencia de la tercera y cuarta olas revolución científico-técnica, de una mayor trans-nacionalización del capital, de un proceso de reestructuración profunda sobre la marcha y de la progresiva adopción y configuración de una estrategia de dominación integral (ideológica, política, cultural, social, económica y militar), evidentemente destinada a garantizar la hegemonía dentro de la transición sistémica, la cual responde al nombre de estrategia neoliberal.
El derrumbe del socialismo real en Europa oriental clausuró una época dentro de este siglo declinante y abrió paso a otra que ya venía gestándose, que si bien reduce enormemente la significación del enfrentamiento entre los dos sistemas anteriormente conformados, pone sobre la palestra mundial, mucho más crudamente que antes, la crisis integral del sistema capitalista mundial en el marco de su transición a un nuevo patrón de acumulación y dominación, y pone en movimiento a nuevos sujetos político-sociales objetivamente enfrentados a esa dominación y a los riesgos que ella acarrea para la existencia misma de la humanidad y del ecosistema planetario.
De un mundo compartido entre el tránsito al socialismo y el capitalismo, se pasó a un dominio casi incompartido, dominado por el capitalismo neoliberal.
Del mundo bipolar en el plano político-militar, se pasó a un mundo unipolar bajo hegemonía estadounidense.
De un proceso de relativa internacionalización del mercado (con un proteccionismo muy difundido), de una cierta mundialización de las relaciones, las comunicaciones, las inversiones y el crédito, se pasó a una extraordinaria globalización fraccionada, manipulada y dominada (con proteccionismos mucho más concentrados en sus centros desarrollados) por los países del capitalismo altamente subdesarrollado (Europa Occidental, Japón y Estados Unidos), y por consiguiente, en detrimento de la inmensa mayoría de los países de capitalismo periférico-dependiente.
De un capitalismo que superó al liberalismo de la fase de la libre competencia a través del capitalismo monopolista de Estado y la trans-nacionalización, se ha pasado a un capitalismo que retoma como falacia la libre competencia y el liberalismo para concentrar más, dominar más mercados, imponer la dictadura de los oligopolios y monopolios, derrumbar las barreras proteccionistas de los países dependientes y apabullar a los países y las fuerzas productivas más débiles.
De la concepción del Estado Benefactor, ideado por Ford y Keyness, se pasó al auge del neoliberalismo y al desmonte de la protección y las conquistas sociales en grados e intensidades variadas.
Más polarización.
En esta nueva etapa, la dinámica expansiva del capitalismo neoliberal presentó dos vertientes: su desarrollo a profundidad en los países imperialistas (con una orientación que va desde las tecnologías de punta y el boom de la informática, la micro-electrónica, la robótica , la biotecnología y la biomédica- apuntando a la cooptación de los adelantos relacionados con la física cuántica y el genoma humano- hasta los nuevos fetiches de esa tecnología destinados a enajenar a los seres humanos a través de apabullantes aparatos de comunicación, desinformación y manipulación de las conciencias individual y colectiva) y la incorporación y el control acelerado y salvaje de territorios de Africa, Asia y América Latina, que si bien estaban subordinados al sistema, se mantenían distantes de sus nuevas formas de existencia, vida y reproducción. Esto último potencia y profundiza los desniveles Norte-Sur y agrava las desigualdades y contradicciones planetarias.
El contrasentido de ese proceso consistió en que su avance ha tenido que hacerse a costa de una exclusión, una marginación y un empobrecimiento mayores, que afectan a centenares de millones de seres humanos, y en que su proceso de reestructuración, aunque acrecienta la movilidad social y alteran viejos sujetos sociales explotados, coloca objetivamente en su contra un abanico social inmenso y diverso, y provoca, a través de nuevos cambios en la división social, sexual, generacional, tecnológica y ambiental del trabajo, nuevos y pujantes movimientos sociales que con sus luchas y reclamos impactan el ámbito mundial. Esto pone además al rojo vivo la crisis de participación y la deslegitimación de las superestructuras políticas, jurídicas e ideológicas del sistema dominante; fenómeno que en el caso de América Latina y el Caribe ha estado en la base de la decadencia del neoliberalismo y de la nueva ola de cambios, situándose a la vanguardia de la búsqueda de nuevas alternativas aun presentándose serios déficit en los procesos de conformación de las nuevas vanguardias revolucionarias.
La democracia capitalista neo-liberalizada habla tanto de democracia y aporta tan poco en esa materia, que emerge como contrapartida un reclamo de participación, de democratización y de poder de decisión que, junto al clamor por el derecho a comer y a vivir, al reclamo de autodeterminación nacional, a la emergencia de la rebeldía femenina y de la reivindicación de un ambiente sano y una ecología equilibrada, tiende en perspectiva a poner en un serio aprieto al sistema dominante y a convertir la necesidad de la nueva revolución social, política y cultural en posibilidad real.
Profundización de la crisis y la vigencia de un orden dominante más brutal
Las cúpulas dominantes están reducidas a la condición de gerentes o administradores de una máquina descontrolada que en cualquier momento puede sufrir graves averías.
La crisis actual del capitalismo, aunque conserva elementos de sus crisis tradicionales, es mucho más radical, profunda, multifacética y generalizada que todas las anteriores.
La legitimidad del poder y la disciplina reproductora del gran capital están siendo erosionadas sin ningún otro control que no sea la crisis de las fuerzas alternativas y, dentro de ella, por la propia crisis del socialismo que existió, la crisis de las izquierdas y la crisis de desarrollo de la teoría marxista que tanto nos han afectado.
Esos y otros factores hacen época y conforman un mundo muy especial, que tiene similitudes y raíces comunes con el que le tocó analizar a Marx y a Engels –y más tarde a Lenin y a sus continuadores, pero también notables y decisivas diferencias respecto a esos estadios del capitalismo y del imperialismo y respecto al mundo en que le tocó na vivir y sufrir a la izquierda marxista durante la mayor parte del siglo XX.
El nuevo orden proclamado es más brutal y devastador que el viejo.
“En el mundo sin alma que se nos obliga a aceptar como único posible -nos dice Eduardo Galeano-, no hay pueblos, sino mercados; no hay ciudadanos, sino consumidores; no hay naciones, sino empresas; no hay ciudades, sino aglomeraciones; no hay relaciones humanas, sino competencias mercantiles.
(“Medios de Incomunicación”, revista América Nuestra No.6).
Este mundo, además, todavía no considera a la mujer como ser humano, agrava la opresión de género con su proceso de feminización de la pobreza y de la fuerza de trabajo, potencia después del fin de la guerra fría las guerras nacionalistas e inter-étnicas, instrumenta las guerras preventivas de reconquista del planeta, multiplica el racismo y la xenofobia, reproduce viejas y nuevas modalidades de adulto-centrismo, implanta fábricas de pobreza, exclusión social e indigencia desde los gobiernos sustentadores de los llamados programas de ajustes, contamina el ambiente y destruye la naturaleza, comprometiendo la vida de los seres nacidos y por nacer.
Propicia que las ciencias, incluidas las ciencias médicas, sean secuestradas por el gran capital y convertidas en instrumentos de lucro y factores de alto riesgo para la vida humana.
Aliena en forma más brutal la conciencia de los seres humanos, convierte los devaluados Estados nacionales en fuente de delincuencia y máquinas generadoras de corrupción; promueve el individualismo, degrada la solidaridad humana y robotiza las mentes de los más débiles.
Transforma a los seres humanos en objetos y a los ciudadanos en clientes.
Convierte los servicios de salud y educación en escenarios de lucro y en fuentes caras a inaccesibles para gran parte de la humanidad.
El mundo que nos pretenden imponer no quiere saber de utopías (entendidas como sueños realizables) y hace lo indecible por clausurar la necesidad de fuerzas de izquierda, de fuerzas transformadoras y de alternativas populares.
Y no se trata solamente de difusión de la ya bastante vapuleada tesis de Fukuyama sobre el supuesto fin de la historia y la victoria definitiva del capitalismo, sino además de otras más sofisticadas como la que nos quisieron anunciar una sociedad post-capitalista impulsada por la revolución del conocimiento, que supuestamente provocaría la superación por evolución de la contradicción entre el trabajo y el capital.
Los autores de esta tesis nos aconsejaron en forma vehemente que corriéramos detrás de ese globalismo neoliberal “bienhechor” y nos insertáramos en él, aceptando complacidamente lo que el propio Galeano define como fundamentalismo de la libertad del dinero (¡y del mercado!), totalitarismo de la igualación cultural (impuesto por la TV made in USA) y el monólogo del poder, profusamente divulgado a través de las innovaciones electrónicas.
¡Estuvieron empecinadamente empeñados en hacer las veces de ladrones de sueños evidentemente realizables y sumamente necesarios! Pero por suerte sus logros en ese orden fueron solo parciales puesto que no todos(as), Los(as) revolucionarios(as) nos tragamos esos cuentos y los pueblos, especialmente los de nuestra América, resistieron la ofensiva de la globalización neoliberal hasta recuperar parcialmente la ofensiva.
Globalización fracturada: causas y efectos.
En el mundo actual, los procesos de globalización financiera, comercial, tecnológica, comunicacional, cultural, ambiental y política coexisten con las profundas y crecientes desigualdades, injusticias y divisiones entre países y entre las diferentes clases, sectores y grupos sociales que los conforman; coexisten con las agresiones imperialistas y con mantenimiento de formas coloniales de dominación. Coexisten y las agravan.
Además, el Estado-nación ha ido perdiendo importancia como instancia política, dado que ya le resulta mucho más difícil controlar acontecimientos financieros, tecnológicos, medioambientales, comerciales, etc., los cuales sobrepasan las fronteras establecidas. Pero, a su vez, esa realidad está acompañada de enormes tensiones, choques y confrontaciones nacionalistas, inter-étnicas y religiosas, motivadas por la voluntad de preservar y afirmar identidades propias ante una igualación absurda y despótica y ante la supremacía agobiante de los EE.UU.
Francisco R. Sagosti y Gregorio Arévalo definen así el presente orden mundial:
“Somos testigos de un Orden Global Fracturado; un orden que es global pero no integrado; que pone a cada uno de nosotros en contacto con todos, pero que al mismo tiempo mantiene profundos abismos entre individuos y grupos de personas; que genera enormes oportunidades de progreso, y a la vez segrega a una gran parte de la humanidad y le impide el acceso a sus beneficios. (América Latina en el Nuevo Orden Global Fracturado; Perspectivas y Estrategias. Sagosti en colaboración con Arévalo).
A esto hay que agregarle que se trata de una realidad global fraccionada y bloquificada en favor de los tres principales centros del sistema capitalista mundial (EE.UU., Alemania y Japón), hegemonizada por las grandes corporaciones transnacionales y manipuladas contra los países dependientes y las clases y sectores dominados.
El tránsito hacia este tipo de globalización ha sido el resultado de una combinación de factores: 1) de un nivel superior de la trans-nacionalización del capital iniciada hace decenios en la fase imperialista del capitalismo... 2) de la creación de grandes capitales flotantes (sin mercados rentables en sus puntos de origen) y la consiguiente financierización del sistema... 3) del avance extraordinario de la revolución científico-tecnológica y del tránsito hacia un nuevo patrón de acumulación basado en la micro-electrónica y la informática y el progresivo reemplazo del patrón industrial... 4) y de la unilateralidad del dominio del gran capital a consecuencia del derrumbe del llamado socialismo real.
Ese tránsito tiene lugar en el marco de las relaciones de producción y distribución capitalistas, y es manipulado desde arriba para favorecer a los países centrales sobre los periféricos y a las cúpulas sociales sobre las mayorías populares en el interior de los mismos.
“Estamos -como señala con mucha precisión el sacerdote jesuita, investigador y actual Rector de la Universidad Centroamericana de Nicaragua, Xavier Gorostiaga- ante un cambio de época dominado por una revolución conservadora global, pretendiendo la inevitabilidad de una globalización homogénea y neoliberal del mercado mundial... Una globalización elitista, concentradora y centralizadora de la riqueza, tecnología, poder militar y político como nunca antes en la historia de la Humanidad”.
(EL DESARROLLO GEOCULTURAL, Ponencia presentada en el Seminario para la Paz, Zaragoza, España; marzo de 1995).
El “fundamentalismo neoliberal”, el “discurso único” pretendió constituirse en la doctrina motorizadora de ese proceso de globalización fracturada, bloquificada y manipulada.
Y las mismas políticas impulsadas bajo el mismo patrón dogmático neoliberal provocaron los mismos problemas en el Norte y en el Sur, en el Centro y en la Periferia: exclusión, desempleo, pobreza y feminización de la pobreza; desprotección social vía discriminación clasista, racismo y xenofobia; protección de la rentabilidad financiera a costa de las inversiones productivas y de la prolongación del estancamiento... Sólo que en dimensiones y profundidades distintas, en detrimento de los países del “tercer” y “cuarto” mundo. Y cuando ocasionalmente se registra crecimiento económico, esté se ha hecho sin generar nuevos empleos ni reducir pobreza, a base del incremento de la productividad destinado a beneficiar fundamentalmente a los magnates del gran capital.
Esa mundialización, esa globalización, tal y como se ha presentado no pudo ser ignorada. Pero tampoco aceptada sin resistencia, sin propuestas alternativas, sin luchas por nuevos cambios estructurales profundos que impliquen contraponerle la globalización desde abajo, para beneficio de los de abajo, de todos los excluidos y discriminados, y de toda la humanidad y de sus dos géneros, excluida solamente la poderosa minoría super-millonaria (a derrotar) que atenta contra su actual existencia y contra su vida futura.
Y esta necesidad no sólo mantuvo la vigencia de la utopía revolucionaria, sino que nutrió progresivamente su proceso de renovación y recreación, y nos emplazó a asumirlo en su verdadera acepción: como proyecto de vida y dignificación de la inmensa mayoría de los seres humanos que habitamos este planeta ¡como sueño realizable!
El Capitalismo actual y la revolución del conocimiento.
No hay que negar que en los últimos decenios se han producido significativos y trascendentes avances y mutaciones en la esfera del conocimiento y especialmente en las diversas ramas de la ciencia y la técnica aplicables a la producción y distribución de bienes y servicios. Ellos ha sido producto del trabajo, del ingenio, de la inteligencia y la capacidad creadora de los seres humanos, y debería convertirse en patrimonio colectivo de la humanidad.
Tampoco hay que negar el tremendo impacto de esos cambios dentro del actual orden mundial capitalista, en el proceso de globalización en marcha y sobre todos los sujetos sociales y tendencias que conforman la sociedad mundial.
Pero es preciso situarlos bien y evaluarlos y caracterizarlos mejor, para poder abordarlos y enfrentarlos con certeza desde la óptica de los intereses populares y de toda la humanidad oprimida, discriminada, perjudicada y excluida.
La llamada “revolución del conocimiento” que ha acompañado la globalización descrita ha sido secuestrada por los grandes centros de decisión del capitalismo mundial y puesta al servicio de sus corporaciones transnacionales.
Esa revolución no anda por un lado y el capitalismo por otro. Tampoco ella, por sí misma, ha podido ni puede superar el orden capitalista.
Ella, por el contrario, tiene diseños, apropiaciones y usos específicos que en la actualidad responden a los intereses del gran capital y se oponen a los anhelos cardinales de la humanidad, contribuyendo a provocar, al finalizar el siglo, una crisis realmente civilizatoria.
Esta nueva crisis se expresa como crisis del capitalismo nacional y de sus Estado-naciones, como crisis de la civilización industrial y del desarrollo tecnológico, como crisis medioambiental y ecológica, y como crisis de existencia de una gran parte de la humanidad, con altísimos riesgos para las futuras generaciones a consecuencia de la expansión del hambre, la contaminación, el agotamiento de recursos vitales y el calentamiento del planeta.
Con una crisis de esa envergadura por delante, hubiera sido sencillamente suicida asumir la tesis del fin de las utopías y de los sueños revolucionarios. Equivalía al auto-aniquilamiento colectivo el sugerido abandono del combate por la emancipación y el bienestar material y espiritual de la humanidad.
Y ese fue precisamente uno de los propósitos del discurso único y de la uniformidad de la cultura propiciada por los que incluso se atrevieron a avanzar la tesis de la existencia de “países inviables” y “poblaciones superfluas” .
Conocimiento, Productividad y Propiedad.
La globalización desde arriba y para los de arriba ha estado acompañada del tránsito del patrón industrial al patrón micro-electrónico e informático capitalista. Ambos procesos coexisten. El primero emerge y el segundo declina. Los dos armonizan y coligen y ambos subordinan patrones de acumulación y relaciones de producción más atrasadas y se enmarcan dentro del predominio de la propiedad capitalista altamente concentrada.
El hecho de que la microelectrónica, la informática, la robótica y la biotecnología vayan tomando preeminencia en el mundo capitalista desarrollado, no quiere decir que los sectores productivos tradicionales hayan dejado de existir (siderurgia, petróleo, industria química, petroquímica y motores de combustión interna). Mucho menos que la agricultura de subsistencia, la agricultura extensiva, las relaciones precapitalistas, el comercio atrasado, la artesanía hayan desaparecido de la faz de la Tierra.
El proceso de mutación es desigual y contradictorio, aunque es claro que la progresiva superación de la época que comenzó con la invención de la máquina de vapor y con la conformación de las clases fundamentales de la sociedad burguesa, está en franco proceso de sustitución por innovaciones de mucho más productividad dentro de la hegemonía de la propiedad privada capitalista y la potenciación de los imperialismos; lo que lejos de superar la médula de los aportes de Marx, Engels y Lenin a las ciencias sociales renuevan su actualidad, sobretodo si se asumen desde su propia dialéctica permanentemente superadora y creativa..
El fordismo decae y el capitalismo de los microchips emerge, pero siempre capitalismo Las formas y las técnicas de organización y gestión sufren transformaciones tan radicales como las bases científicas y tecnológicas de la nueva producción, distribución y servicios. El papel del tiempo de trabajo sufre drásticas variaciones al compás de la progresión de la productividad. A las viejas contradicciones se superponen otras nuevas.
Nada de esto, sin embargo, implica desaparición o suplantación del capitalismo por evolución ni conversión del mismo en post-capitalismo bajo el impulso de la “revolución del conocimiento” . Más bien se trata de un proceso mediante el cual el capitalismo de la microelectrónica, la informática y la biotecnología va sobreponiéndose y suplantando áreas del capitalismo industrial y hegemonizando al sistema en su conjunto.
Si bien no es un tema nuevo la importancia de la progresión con la productividad en relación con el modo de propiedad, sí lo es la dimensión alcanzada por ella y otros fenómenos nuevos que la acompañan.
El propio Carlos Marx se adelantó en ese aspecto a los nuevos teóricos, tipo Peter Drucker, que tratan de distorsionar el actual impacto de la revolución científico-técnica en el incremento de la productividad y de usarlo para negar la esencia capitalista de la sociedad post-moderna.
Marx vio aproximarse un nivel de productividad en el que el tiempo de trabajo directo desaparece como algo infinitamente pequeño en relación con el producto.
En ese proceso vio al ser humano-productor convertirse progresivamente en un regulador del proceso de producción y vaticinó el empequeñecimiento del robo del tiempo del trabajo ajeno, aunque no así el robo del producto del mismo.
Hace más unos 150 años en sus Grundrisse, hablando de un futuro previsible, C.Marx anunció lo siguiente:
“El plustrabajo de la masa ha dejado de ser condición para el desarrollo de la riqueza social, así como el no trabajo de unos pocos ha cesado de serlo para el desarrollo de los poderes generales del intelecto.”
“Ciento cuarenta años después que fuera escrita -nos enfatizó en 1995 el filósofo francés Lucién Sève- esta voz profética de los Grundrisse, ¿no hemos llegado justamente a ese punto? Con la irrupción sin precedentes de la ciencia en la producción ¿no estamos viviendo la reducción drástica del tiempo de trabajo necesario, aunque cabeza abajo , es decir, preso de las lógicas capitalistas de la desocupación masiva, de la contratación aleatoria del trabajo, del trabajo precario, del despido precoz, al tiempo que surgen por doquier condiciones tales como los requerimientos de superación de la dicotomía esclavizante tiempo libre/tiempo de trabajo, de la reducción mercantil de la fuerza del saber y del trabajo; en síntesis, los precursores de una nueva era de la organización social y de la existencia personal?” (La Cuestión de Comunismo, Lucién Sève ACTUAL MARX, Edición de la Casa Bertold Brecht, septiembre 1995).
Nuevos fenómenos y más desigualdades y opresión.
No podía, naturalmente, prever Marx el inmenso auge de los servicios ni la altísima concentración de la propiedad y la omnipresencia de la información que se registra hoy en la dinámica capitalista. Tampoco podía entonces vaticinar el actual frenesí de este sistema en la conversión del mayor número de asalariados posibles en trabajadores independientes con contratos puntuales, liberándose el capital de las llamadas cargas sociales y del mismo salario.
Menos aún podía Marx vislumbrar la compleja red de transacciones, movimientos masivos y rápidos, especulación en múltiples mercados y monedas, variedad de inversiones e instrumentos que exhibe un capital especulativo globalizado, con vida propia y relativamente independizado de la producción de bienes y servicios.
Esos procesos determinan que ahora pase a primer plano, junto al problema de la propiedad y del dominio de clase, el de las regulaciones en su conjunto y el carácter intrínsecamente alienado del capitalismo: la inversión de las relaciones entre las personas y las cosas, la primacía de la producción de bienes y servicios por sobre el desarrollo de los seres humanos, y la conversión de sus relaciones en competencias mercantiles.
En ese contexto es engañoso hablar de post-capitalismo. Se trata más bien de un capitalismo más sofisticado y al mismo tiempo más feroz y devastador, que lleva a niveles más dramáticos la dinámica excluyente y genocida de la llamada Civilización de la Copa de Champagne de que nos habla Xavier Gorostiaga, Rector de la Universidad Centroamericana de Nicaragua: lo ancho para una minoría cada vez más pequeña, lo estrecho para una mayoría en constante expansión.
Las propias cifras del Informe de Naciones Unidas, Desarrollo Humano 1994, citadas entonces por Gorostiaga, revelan:
-Que el 20% más rico de la humanidad controla el 83% de los ingresos del mundo y el 20% más pobre sobrevive con el 1.4 por ciento de los ingresos (mil millones de personas reciben un dólar diario y tres mil millones reciben poco más de dos dólares diarios).
-Que del 1960 al 1993 el 20% más rico duplicó sus ingresos respecto a los ingresos del 20% más pobre (30 veces más en 1960 y 61 veces más en 1993).
-Según Forbes Magazine, 358 personas tienen individualmente capitales acumulados del orden de los US$762 billones (miles de millones), lo que equivale al ingreso per cápita de 2,400 millones de pobres, equivalente al 45% de la población mundial. De 1987 a 1994 el número de super-millonarios se incrementó en 140%.
-Los países altamente desarrollados cuentan con el 20% de la población mundial y controlan el 86% del Producto Interno Bruto (PIB), el 82% de los mercados, el 68% de las inversiones y el 74% de las líneas telefónicas.
-La riqueza de sólo tres países súper-ricos es superior al PIB de los 48 países más pobres.
-Mientras los países ricos gastan 12 mil millones de dólares en perfume cada caño y 17 mil millones en alimentos para animales domésticos, existen en la actualidad 900 millones de personas al borde de la muerte por hambre.
-Los 7 países más ricos del mundo (miembros del G7) tienen 685 millones de habitantes con un PIB de 20 millones de millones de dólares, mientras 181 países con 5 mil millones de habitantes tienen un PIB de 10 millones de millones de dólares, una deuda externa de 2 millones de millones y pagan anualmente en servicios el equivalente al 25% de sus exportaciones.
-El mundo de hoy tiene el 60% de la disponibilidad del agua que tenía en 1970 y cuenta con 2.3 mil millones más de habitantes.
Todo esto en los últimos 13 años ha evolucionado dramáticamente para peor.
Y está aconteciendo en la llamada sociedad del conocimiento, bajo control de los grandes propietarios del gran capital y en el marco de la opresión histórica del género femenino por el masculino, de la “razas superiores” sobre las “inferiores”, de los adultos sobre los(as) jóvenes y niños(as), y de los depredadores del ambiente.
Sociedad que no ha pasado a ser post-capitalista, sino más capitalista y siempre patriarcal; esto es, con capital más moderno, más apropiador del conocimiento, más concentrado, más perverso, más caníbal (esto último para -como dice Pérez Esquivel- no faltarle el respeto a los salvajes) y con nuevas capacidades para reproducir la opresión de género.
Los problemas viejos, los viejos renovados y los problemas nuevos del viejo y del nuevo capitalismo se entremezclan para engendrar un cuadro en el que el avance tecno-científico se mezcla con la tragedia y los dramáticos problemas clasistas con los trágicos problemas globales, que van más allá de los propiamente clasistas, porque atentan contra la existencia misma de la humanidad, del presente y, más aún, del futuro. Pero sin separarse de ellos.

“Desarrollo” deshumanizante.
La teoría clásica no pudo prever el hecho de que el desarrollo humano, por el carácter deshumanizante del desarrollo capitalista, tropezara incluso con umbrales de viabilidad económicos, sociales, ecológicos y antropológicos puestos de manifiesto en los últimos 60 años.

La llamada revolución biomédica comienza incluso a trastocar la condición humana vía los cambios en la constitución genética, el destino sanitario, la actividad neuronal y el parentesco biológico.
¿Hay que comprometerse con la vía de la terapia germinal que modificará la especie humana en toda su descendencia? , pregunta el filósofo francés Lucién Sève en el ensayo ya citado.
Estos nuevos problemas, ecológicos, biomédicos, económicos, antropológicos junto a la nueva relevancia y dimensiones del problema de género y las nuevas expresiones de la xenofobia y el racismo- aunque pueden ser abordados desde un marxismo renovado, no tienen respuestas en el análisis clasista tradicional.
El tema de la revolución biomédica y el tema ecológico no son estrictamente problemas clasistas, pero la primera, dentro de su inmensidad prospectiva, está siendo manipulada por el negocio y por definidos intereses y objetivos de la clase dominante, mientras es claro que muchos problemas ecológicos son productos del capitalismo y de su hegemonía de clase.

En la medida el capital penetra mucho más en actividades como la investigación, la salud, la información, la cultura, la educación, la diversión,... engendra más allá de la explotación de la fuerza de trabajo formas inéditas de enajenación y una alienación más profunda de la vida social e individual, cuyo carácter de clase no transforman a las víctimas en clases, pero sí en contingentes humanos oprimidos o afectados.
La cuestión de clase y problemas más allá de las clases.
La propia dinámica del gran capital y los efectos de la estrategia neoliberal alteran la composición de la clase obrera, imponen más movilidad social y amplían el sujeto social antipoder y anticapitalista, obligando a renovar el análisis clasista tradicional. Y esto tiene sus peculiaridades en el centro y en la periferia del capitalismo, registrándose en nuestro sub-continente una gran movilidad y reestructuración social y nuevos contingentes humanos excluidos, lo que obliga ha replantear y enriquecer la expresión de la contradicción capital-trabajo y el tema de los sujetos de la revolución-, que siempre en la periferia del capitalismo ha tenido su peculiaridad diferenciada y que ahora asume nuevas y mutantes modalidades

La expansión y nueva dinámica del capitalismo en crisis afecta más las relaciones con finalidades y regulaciones antropológicas esenciales que al status del sistema de relaciones de producción y distribución.
Los asalariados/as no sólo son agredidos como tales, sino que ellos y otras capas sociales son además agredidos más profundamente como autores desarraigados y alienados en sus propias personas, y en el choque interpersonal potenciado por los nuevos niveles de racismo, de opresión de la mujer, subordinación y discriminación de la niñez y la juventud y por la devastadora la crisis medioambiental.
Ya se ha dicho que la lucha de clases tiene primacía sobre las clases. Ahora es mucho más evidente que la lógica de clase es más vasta que la existencia de clase y por eso hay problemas post-clases o más allá de las clases que no admiten postergación, pero que no podrán ser superados sino se termina con la sociedad de clases.
Ahora hay que pensar de manera no clásica el propio análisis en términos de clase y eso no es negar a Marx y a Lenin, sino proceder como ellos lo hicieron en su tiempo. El capital altamente concentrado, excluyente y depredador ha generado un sepulturero mucho más amplio y diverso que el proletariado industrial y que la alianza obrero campesina. Las rebeldías populares del presente incluyen nuevos actores y modalidades inéditas.

Lo nuevo en las alternativas revolucionarias y en el socialismo.
La lucha de clases en el sentido tradicional no solo no se ha agotado sino que se ha ampliado y recrudecido, pero ahora además su papel nacional e internacional pasa por su profunda renovación, ampliación y radicalización hacia luchas nuevas con sujetos nuevos y viejos que oponen su universalismo civilizador y su creación heroica al particularismo deshumanizante, cruel y cínico del gran capital, para dar inicio a la revolución y dignificación de los/as de abajo. Y esa revolución y dignificación es hoy impensable si la visión clasista (debidamente enriquecida) no es impregnada de la lucha por emancipación de la mujer, por la asunción del ambientalismo revolucionario, por el combate al adulto-centrismo, al racismo, a la opresión nacional y la conquista de la liberación del trabajo frente al capital y la emancipación multiétnica y multicultural. Y viceversa.
La victoria de esas alternativas, las cuales pasan por un desmonte del capitalismo neoliberal y un conjunto de transformaciones pos-neoliberales, sí sería post-capitalismo y éste no podría ser otra cosa que el tránsito hacia un socialismo verdadero e integral, muy distinto al que sucumbió en la URSS y el Este europeo. Hacia un socialismo integral, participativo, autogestionado, capaz de superar persistentemente el mercado y el Estado y la burocracia, repleto de libertades y forjador de seres humanos no egoístas sino profundamente solidarios.
Revolución transformadora en lugar de “revolución” conservadora y reemplazo de la apropiación ilegítima del conocimiento por elites sociales, políticas e intelectuales por su puesta en servicio al progreso de toda la humanidad.
La sociedad humana ha llegado a tales niveles de riesgos de existencia, que o se le pone fin al capitalismo y se le reemplaza por el socialismo, o reinará la neo-barbarie con incontenibles ímpetus de caos. Lo dicho al respecto por Rosa Luxemburgo a principio del Siglo XX (“socialismo o barbarie”) se ha quedado corto. Y el socialismo tiene aun más razón de ser como negación de la súper-barbarie capitalista y de la degeneración burocrática de los procesos de orientación socialista en el siglo pasado, de los que colapsaron, de los que están en crisis y de los que han auspiciado la restauración capitalista en nombre de un “socialismo de mercado” funcional a la globalización neoliberal.
De ahí la urgencia, en vía de concreción, de la refundación de las alternativas anticapitalistas y de los socialismos capaces de superar el orden mundial dominante.
Mayo 2009, Santo Domingo, RD.

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